Después de una larga pausa retomo este espacio. Siento una mezcla de vértigo y felicidad. Es hermoso volver a tomar las riendas de un proyecto. El otoño me resulta inspirador, y después de marzo (que es como el lunes del año), abril se siente ideal para un nuevo comienzo. Sin más rodeos, empecemos… ¡una vez más!
“Cuando hago pasta de azuki miro de cerca el color de la cara de cada poroto. Les doy mi consentimiento para que me hablen. Imagino un día de lluvia o uno despejado del que ellos han sido testigos. Escucho lo que tienen para contarme sobre el viento que los hizo llegar hasta mí. Creo que todas las cosas de este mundo tienen su lenguaje propio. Todo: las personas que transitan por el centro comercial, los seres vivos, las casas, incluso todo lo relacionado con la luz del sol y el viento. Creo que no hay nada que nuestros oídos no sean capaces de escuchar”.
Esta es una de mis citas preferidas Tokue en el libro Dorayaki, de Durian Sukegawa. Ella es una viejita entrañable que aparece un día en la tienda de dorayaki de Sentaro, en Tokio. Ve que hay un aviso, que necesitan alguien que ayude en la tienda e inmediatamente se postula. Sentaro desconfía: por la edad y el aspecto de Tokue. Y le dice que pagan muy poco la hora. Ella insiste. Al día siguiente le lleva un tupper con an, el relleno que llevan los dorayaki. Lo hizo ella misma. Hace 50 años que lo prepara. El sabor único del an, hace que Sentaro la termine aceptando. Y el vínculo de ellos en ese pequeño espacio, a medida que avanza el tiempo, a medida que Sentaro va aprendiendo que hacer esta pasta no es solo una cuestión de receta sino de disciplina, de entrega (física y emocional), los irá transformando. Tanto a la maestra como al discípulo.
Había visto hace unos años la película “Una pastelería en Tokio”, de Naomi Kawase. Lo que no sabía es que estaba basada en este libro de Sukegawa. Y por suerte Chai editora lo publicó traducido al castellano, de la mano de Amalia Sato.
El pasado 4/4, día en que se celebra el Día del Dorayaki, organizamos junto a Mariana De Tomaso el encuentro “Leer con la lengua” para analizar el libro y la película, en la librería Mandrágora. La aventura fue completa porque además preparamos dorayaki para compartir ese día y por supuesto fue acompañado por un té verde.
Si te quedaste con ganas de participar o vivís en otra ciudad, podés sumarte el encuentro virtual que haremos el sábado 11 de mayo a las 11 am (hora argentina).
Toda la información está acá: Leer con la lengua - encuentro online.
Contaba que vi la película hace muchos años; ahora que volví a verla, dos veces más, y con la lectura del libro, puedo entender algo acerca de las emociones que genera. Hay todo un trabajo con la luz y los estados de ánimo. El paso de las estaciones. Y por supuesto la trama y su conflicto: la crueldad del mundo y la fuerza indestructible de los vínculos, la fortaleza interior.
Me encontré llorando también leyendo el libro. Suelo llorar bastante mirando películas, no tanto con los libros. ¡Pero es inevitable! El intercambio epistolar entre Tokue y Sentaro, que en la película se resume en una grabación de cassette, es desgarrador.
Pero siempre sale el sol… Después del encuentro, recibimos mensajes que nos llenaron de alegría: Daniela me escribió para preguntar dónde comprar un sakura porque quiere plantar uno en honor a Tokue; una chica nos dijo que a través del taller vio su primera película japonesa... Liliana empezó a mirar los árboles de su cuadra y se pone a charlar con los vecinos, ¡nos mandó un video! Cecilia puso en remojo los porotos para preparar su primera tanda de dorayaki… Me dan ganas de tener estas historias ilustradas, una especie de “Gente que anda por ahí” de Liniers, pero con estas pequeñas revelaciones que sucedieron después del encuentro.
“Llega a donde están los sakura y comienza a caminar entre ellos. Mira con detenimiento a cada árbol. Las flores lo rodean en todas las direcciones, como si él mismo fuera el centro de un lago profundo y brillante. Puede sentir la fuerza que estuvo latente en los árboles durante todo el año, esperando con paciencia el momento de explosión y júbilo”.
Este es el relato de un sueño que tiene Sentaro. El árbol de sakura es un leit motiv a lo largo de la película: su ciclo va marcando el paso del tiempo, y en el momento en que Tokue y Sentaro se conocen, hay uno florecido en la puerta del local.
En este momento los sakura están floreciendo en Japón. Constelaciones de rosa empiezan a poner un toque de color en las ciudades. La primavera se va asentando cada vez más. Con ese espíritu alegre y de comienzos, pensamos el próximo encuentro de Wagashi y Matcha junto a Ana Irie, dedicado al hanami. Ana prepará en el momento un dulce tradicional japonés (wagashi) y yo serviré un cuenco de té matcha para cada invitado. Este año nos propusimos sumar a cada encuentro a una invitada que aporte desde su especialidad algo que complemente la propuesta. En esta ocasión nos acompañará la artista y calígrafa japonesa, Kazuyo Natsume. Kaz hará una demostración de caligrafía alusiva al encuentro y va a contarnos más acerca de las costumbres japonesas alrededor de esta celebración. La cita es el domingo 21 de abril en Sashimiya. Para recibir más información y/o anotarse, click acá.
Este sakura lo ilustró Kazuyo Natsume, practicante de shodo y sumie
“Un pequeño cambio en la humedad de la mezcla puede hacer que no todos los panqueques queden de igual tamaño además de que no siempre lo que cae de un hilo desde una cuchara se convierte en un redondel perfecto. (...) Ese día Sentaro cocinó solo círculos perfectos. Quizás lo ayudó la idea de que tenía un an excepcional o la presencia de Tokue, cuyas expectativas le generaban algo así como una tensión saludable”.
Lo lindo de la comida callejera, la comida al paso en Japón es sentarse un rato a ver cómo estos maestros anónimos cocinan: sea algo salado como el takoyaki, o dulces como los taiyaki o los dorayaki de la película y el libro. En una trama en donde el cuerpo, lo deforme, lo contaminado van permeando el relato, la idea de los círculos perfectos que hacen la masa de dorayaki me pareció interesante. De hecho, el nombre “dorayaki” viene de la palabra “dora” que es el gong. Si lo miramos de cerca, el dorayaki tiene esa forma.
En la trama aparece algo más, que es la innovación. La impronta propia después de haber recorrido un camino de aprendizaje. El Gran Maestro de té de la Escuela Urasenke, Sen Genshistu XV (quien hoy, 19 de abril, ¡cumple 101 años!) dijo una vez que el té es “creatividad basada en la tradición”. Primero hay que dominar con maestría lo básico. Llega un punto en el que Sentaro está listo para dar el salto. Mi colega Mariana trajo a colación el último alfajor de Havanna, que justo empezó a circular en esos días en que nosotras preparábamos el taller.
Hay un punto en donde este alfajor y el dorayaki del libro Dorayaki se cruzan… Si leíste el libro, ¿sabés a qué me refiero?
Creo en las sincronías y en la energía que nos conecta. A fines de febrero me encontré con Gisela Andrade que me trajo desde Mar del Plata ese alfajor tan preciado (aún no se comercializaba en Buenos Aires). Yo tenía el libro Dorayaki en la cartera y se lo recomendé. Y juntas planificamos el encuentro que tuvo lugar en Casa Ichie, el espacio de Gisela en el Bosque Peralta Ramos. Te dejo una postal de los preparativos de esa ceremonia y el contacto de Casa Ichie: si estás en Mar del Plata o de paso por allá, te recomiendo mucho darte una vuelta por ahí. En Casa Ichie Gise va a recibirte siempre con té, aromas especiales, dulces caseros y una sonrisa.
7.
Quizás escuchaste nombrar alguna vez a la Escuela Urasenke. Es una Escuela de ceremonia de té cuya sede principal se encuentra en Kioto, Japón. Y con sedes en todo el mundo, incluída Argentina. Aquí tenemos la suerte de recibir la visita del Maestro Soyo Maruoka de Urasenke México, al menos dos veces al año. Es un entrenamiento intensivo (esta vez duró seis días) donde dedicamos el día entero a la práctica de la ceremonia del té. Tiempo y espacio quedan suspendidos. El cuerpo se acostumbra a la postura del kimono y se siente aliviado al aflojar el obi al final de la jornada. Cuando veo a los estudiantes practicar distintos niveles, distintos procedimientos de té, veo que todo está interconectado. En la complejidad del camino del té, todo hace sistema. Empecé a entender también cada una de las partes de lo que fuimos aprendiendo a lo largo de los años como una constelación.
La caligrafía que trajo el maestro fue escrita por una maestra por la que siempre sentí admiración y curiosidad: quizás por el hecho de que sea mujer. También porque fue conocida por su disciplina y entrega. Esta caligrafía preciosa dice: “Un corazón puro es la base de la práctica”.
Espero que hayan disfrutado estas líneas, ¡nos vemos en la próxima entrega!
Malena.-
Me encantó Malena!!
¡Qué hermosa crónica! A punto de convertirme en japonista con tu relato.